Según el último Informe Mundial sobre las Drogas publicado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés) correspondiente al año 2022, alrededor de 284 millones de personas de entre 15 y 64 años consumieron drogas en todo el mundo en 2020, esto implica un aumento del 26% comparado con la década anterior. Las personas jóvenes están consumiendo más drogas y los niveles de consumo en la actualidad en muchos países son más altos que los de la generación anterior.
Por otro lado, se estima que, a nivel global, 11.2 millones de personas utilizan drogas por vía endovenosa. En muchos países de las Américas, la mayor proporción de personas en tratamiento por trastornos relacionados con el consumo de drogas se encuentra allí principalmente por trastornos por consumo de cannabis. En Estados Unidos y Canadá, las muertes por sobredosis, provocadas principalmente por la epidemia del uso no médico del fentanilo, siguen creciendo. Las estimaciones preliminares en Estados Unidos apuntan a más de 107.000 muertes por sobredosis en 2021, frente a unas 92.000 en 2020.
Al incremento de las tasas de consumo, se le añade una serie de fenómenos y circunstancias -tanto sociales, económicos como sanitariosque complejizan aún más la problemática sobre la demanda y oferta de drogas. Entre ellos, la aparición continua de Nuevas Sustancias Psicoactivas (en adelante, NSP), las nuevas formas de comercialización de las drogas, el aumento de la fragilidad social y de la comorbilidad psiquiátrica, entre algunos de los puntos más relevantes. En este marco de situación también resulta necesario evaluar el impacto de la pandemia de COVID-19, que ha dejado consecuencias a nivel social, económico y de salud en general. Pero también en estos últimos años, en materia de políticas y acuerdos, se ha conformado y difundido una serie de documentos que ha delineado nuevos rumbos y perspectivas en el abordaje del fenómeno mundial de las drogas. Varios de estos documentos han sido elaborados por organismos multilaterales y son productos de arduas discusiones y consensos asumidos por los Estados miembros de los respectivos organismos.
En estos documentos se introdujeron progresivamente definiciones y perspectivas que ido generando una mayor comprensión de la realidad de las drogas, que implica una mirada más integral en las políticas sobre drogas y específicamente en su abordaje. El rol de la evidencia científica, la perspectiva de género, el respeto por las declaraciones de derechos humanos, el enfoque de salud pública, la importancia de la participación de la sociedad civil, la relevancia de las estrategias locales, la atención a grupos específicos (como la población privada de libertad o en situación de calle), son algunos de 4 los denominadores comunes que se han incorporado de forma consensuada en estos últimos años.