post-covid 19
La lectura ofrece una mirada clara y fundamentada sobre las afectaciones en la salud mental que surgieron durante la tercera fase de la pandemia por COVID-19, destacando diferencias significativas por sexo, así como la relación directa entre el contexto de crisis y el aumento de síntomas como el estrés agudo, la ansiedad, la tristeza y la somatización. Estos hallazgos refuerzan una realidad que muchas y muchos trabajadores sociales observamos de forma directa en el acompañamiento a comunidades durante la pandemia: la vulnerabilidad emocional no fue homogénea y estuvo profundamente atravesada por factores como el género, el aislamiento, la violencia intrafamiliar y el consumo problemático de sustancias.
Particularmente importante me parece la mención a las estrategias de afrontamiento evitativas, como la somatización o el distanciamiento emocional, que aunque en muchos casos surgen como mecanismos de defensa, terminan generando efectos negativos sostenidos en la salud mental.
La evidencia presentada también permite entender la pandemia como un evento de trauma colectivo, que no solo afectó la salud física, sino que dejó una huella psicosocial profunda.
En conclusión, la lectura aporta elementos cruciales para pensar en políticas públicas integrales y con enfoque de género, que consideren los efectos emocionales a largo plazo de la pandemia, así como la necesidad de seguir formando profesionales sensibles a estas dinámicas, capaces de identificar y actuar frente a síntomas de malestar emocional antes de que se agraven.